La estimulación en niños es muy importante para su desarrollo, pero el exceso de actividades en sus rutinas podría perjudicarlos, de acuerdo con expertas en psicología infantil.
La maternidad conlleva la responsabilidad de tener vidas a cargo, la cual implica que los hijos se desenvuelvan adecuadamente en su entorno. Para ello, desde su nacimiento, es fundamental estimularlos con actividades de acuerdo con sus etapas de vida.
Dicha estimulación consiste en la realización de distintas actividades como juegos, proveerles libros didácticos, que practiquen deporte, entre otras que favorecen el desarrollo del cerebro y da lugar a beneficios en la memoria, el aprendizaje y la comunicación.
De acuerdo con Jennifer Asturias, psicóloga del Centro de Desarrollo Integral Krecer, la estimulación es necesaria en las distintas etapas de la vida del ser humano para que este se desarrolle eficientemente y favorece el óptimo crecimiento y aprendizaje.
Aunque se trate de acciones innatas de las personas (como la motricidad), Asturias explica que la estimulación debe realizarse en las áreas sensoriales. “Algunos niños necesitan mayor estimulación en algunas áreas para que estas se desarrollen”, explica.
Con las mejores intenciones, hay padres que asignan una variedad de tareas a sus hijos para que estos aprendan a desarrollarse en distintas áreas como el ejercicio físico y el arte, entre otros. Pero, como se dice comúnmente, “todo en exceso es malo”. Y así sucede con la estimulación.
“Hay papás que están tan enfocados que los niños reciban de todo, que los saturan y los perjudican, porque están sobreestimulados con todo a la vez”, dice Asturias. Al tener a los niños siempre ocupados, con demasiada estimulación, se les crea un ambiente de ansiedad, tensión y estrés.
Asimismo, es importante recordar que la estimulación es gradual. Cuando los obligamos a realizar actividades que no desean hacer porque se sienten cansados o aturdidos, o porque todavía no han desarrollado totalmente las capacidades para realizarlas, entonces, no sentirán la motivación de hacerlas más adelante.
Es importante tomar en cuenta algunas señales que nos comunican los niños, como el rechazo a ciertas actividades, la desesperación y el pataleo, que son algunas manifestaciones que indican que los hijos necesitan un descanso.
Esto genera una tendencia en los niños y su desempeño en la vida, acostumbrándolos a la rigidez, a la esquematización y a rutinas saturadas con actividades, y perdiendo el equilibrio a causa de las ocupaciones.
Cuando un adulto está saturado de tareas, esto le genera estrés y lo mismo sucede en los niños, explica Asturias. “Es mejor enfocarse en la necesidad del niño, conocerlo y saber lo que pide, para estimular su potencial en áreas determinadas”, agrega.
Asturias agrega que hay padres que tienen expectativas muy altas de sus hijos y, cuando ellos no rinden como esperan, se da una presión emocional. “En lugar de ser una ayuda, es un estrés y podría tener una posición de rebeldía, de oposición y se vuelve un problema de actitud”, explica.
Otra de las consecuencias que provoca el estrés a causa de la sobreestimulación es la distorsión de la personalidad, pues, al encontrarse con una rígida agenda de actividades y poco lugar para el descanso y la recreación, pese a que vaya en contra de sus deseos y capacidades, el niño podría no tener criterio propio más adelante y crecería como una persona sumisa.
Los dispositivos móviles, así como otros que son virtuales (televisión, ordenadores, videojuegos en consolas), están cada vez más presentes en la vida de los niños. Las nuevas generaciones, desde que son bebés, aprenden a usar estas herramientas que, de cierta manera, los estimula visual y auditivamente.
De igual forma, en las instituciones educativas, el uso de ordenadores, tabletas y pantallas interactivas empiezan a formar parte de las nuevas modalidades de estudio. Para estos dispositivos, existen controles parentales y otras herramientas que limitan la búsqueda de información, según las etapas de vida.
Este acercamiento con la tecnología también debe tener límites, dice Asturias. “Cuando se abusa del uso de estos aparatos, a mi criterio, el cerebro se vuelve más lento, hace menos esfuerzo porque todo es más rápido y más visual”, explica. Y añade que, de esta manera, el cerebro no desarrolla las facultades básicas.
Asturias recomienda, como base, conocer a sus hijos, sus personalidades, qué les gusta y reconocer cuándo se cansan. Al asignarles actividades extracurriculares que les gusta, entonces se sentirán motivados. Pero, al obligarlos a participar de otras que no les gusta, entonces resultará siendo una tarea impuesta y desagradable.
Como padres, es aconsejable que se pregunten “¿Es lo que mi hijo necesita o es lo que yo quiero?”.
También es importante conocer cuáles son las distintas etapas de los hijos, para tener los parámetros de las capacidades que se desarrollan en cada una. Esto para no forzarlos a realizar actividades que no les corresponde.
En el caso de la etapa escolar, si su hijo presenta problemas con el aprendizaje, indicios de déficit de atención y lentitud para trabajar, lo recomendable es realizarle un diagnóstico para identificar cuál es el problema y qué está afectando su desempeño.
También es fundamental respetar su tiempo y espacio, saber en qué momento está cansado y permitirle recrearse para que aprendan a relajarse. En muchos casos, los niños buscan distraerse con dispositivos móviles, pero, lejos de relajarse, estos podrían ser sobreestimulantes en lo visual y auditivo, si no se establecen límites.
Es necesario que aprendan a jugar de otras maneras como juegos de mesa, colorear, juguetes, escondidas y otros, ya que les permite desarrollar sus sentidos.
Para sustituir los estímulos excesivos y enfocar la atención de tu pequeño en un mundo benéfico para él, puedes