En entrevista con la Revista Cromos, Válerin Saurith López, nutricionista y magíster en estudios culturales de la Universidad Nacional de Colombia nos cuenta sobre el universo de la leche materna:
“La leche materna es el primer alimento que debe recibir un niño al nacer, ya que es el más completo en términos de nutrición y el que se adecua de manera inigualable a las necesidades fisiológicas y metabólicas de los niños (as) en los primeros meses de vida”, comenta la especialista.
Sin embargo, la lactancia como práctica social es más que un alimento, más que un cúmulo de nutrientes y sustancias.
Para la Organización Mundial de la Salud (OMS), si la lactancia se extendiera hasta abarcar la mayor parte del mundo podrían salvarse anualmente hasta 820.000 vidas, ya que este alimento es seguro, inocuo y proporciona anticuerpos que ayudan a proteger contra muchas enfermedades frecuentes en la primera infancia (diarreas, neumonías, muertes por desnutrición, por ejemplo).
La OMS establece que la leche humana ofrecida de forma exclusiva durante los primeros 6 meses de vida y complementada con otros alimentos hasta los dos años o más, aporta a los niños y niñas los nutrientes necesarios para un crecimiento y desarrollo saludables.
Aunque hay relatos oficiales que hablan de la lactancia como una práctica que siempre ha acompañado a la humanidad, como algo “natural” o propio de los mamíferos. La lactancia no es importante únicamente por que es el alimento más sano, completo e inocuo para los bebés sino porque como práctica social y ambiental es un asunto de todos.
La promoción efectiva de la lactancia materna se puede fortalecer si entendemos las implicaciones ético-políticas en torno a la producción y circulación de la leche materna en los cuerpos y en los espacios en sí mismos y a la vez cómo esos cuerpos (el binomio madre/hijo) habitan los espacios.“Lo que quiero decir es que, en primer lugar, para que se produzca la leche en óptimas condiciones, un cuerpo materno necesita bienestar, elementos materiales como una adecuada alimentación, hidratación, contacto efectivo con el cuerpo que recibe, con el bebé que succiona la leche provocando la eyección, pues a mayor succión, mayor producción“, explicó la nutricionista.
Cuando las mujeres dejan de amamantar la leche se “seca” se acaba, disminuye su producción, pues la eyección de la leche es un acto reflejo, es decir, un mecanismo en el cual a mayor succión mayor producción.
El amamantamiento es una técnica corporal, un conjunto de procedimientos y recursos para lograr una actividad determinada, en este caso para que un cuerpo produzca leche. En dicha técnica no sólo hay dos cuerpos en interacción (madre e hijo), sino un cuerpo social que debería garantizar las condiciones para que la actividad se dé.
Aunque la tecnología, la industria y el libre mercado ofrezcan otras técnicas de alimentación infantil, “decidir” con qué queremos cuidar y preservar la vida de todos y del planeta es una decisión ético-política.
La lactancia es una técnica que implica una ética ¿podemos “decidir libremente” lactar o no? ¿“dónde” podemos hacerlo? Pensar la libertad de manera crítica nos obliga a reflexionar sobre cómo el espacio que habitamos determina lo que podemos o no podemos hacer con nuestros cuerpos. No todas las madres pueden tomar las mismas decisiones a la hora de alimentar a sus hijos: para lactar también se requiere contar con autonomía.
Para las ciencias médicas occidentales no hay ninguna alimento prohibido para las madres durante la lactancia, sin embargo, para algunos grupos étnicos sí, sobre todo los rurales o aquellos que aún preservan prácticas tradicionales.
Cada ser humano (hombre, mujer u otrxs) nacemos de una madre, el vientre es el primer lugar que habitamos al llegar al mundo, luego la alimentación al pecho continua con la formación extrauterina del cuerpo.
En las sociedades occidentales, con la anatomía y la fisiología moderna, hemos aprendido que los cuerpos y los fluidos tiene límites individuales, que estamos separados; no obstante, para otras culturas esto no es así. Por ejemplo, las parteras del Pacífico colombiano reconocen que el cuerpo debe terminar de formarse luego del parto a través de la lactancia materna y de otras prácticas de cuidado como los sobos y cantos.
Necesitamos tiempo y espacio para cuidar, para lactar. Reconocer el valor social, ambiental y económico de la lactancia materna es una tarea urgente para mitigar la crisis societal y ambiental actual.
No creo que sea un temor, creo que hay muchas inseguridades por falta de apoyo social, para que un cuerpo logre lactar (producir leche de manera tranquila, optima) se requiere no solo el cuerpo de la madre y del bebé, sino un cuerpo colectivo, una sociedad que promueva y apoye la lactancia.
La antropóloga Nancy Scheper Hughes, estudió el tema de la mortalidad infantil en el nordeste de Brasil en 1982, momento en el cual se habían bajado un poco las campañas de donaciones de sucedáneos de la leche materna en Latinoamérica y se asomaban las nuevas políticas prolactancia.
Luego de más cuatro décadas de campañas para promocionar las leches de formula y otros productos en polvo por parte de los Estados, la cooperación internacional y la industria, esta antropóloga estadounidense nos cuenta que las mujeres en esta zona perdieron el “don de dar”, aprendieron (o les vendieron la idea) de que la leche de formula era mejor que la de sus propios cuerpos. Entonces el miedo, el temor o la desconfianza sobre si puedo o debo o quiero lactar es algo aprendido. Las mujeres con mayor apoyo y vínculos comunitarios lactan con mayor autonomía y seguridad.
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